viernes, 25 de febrero de 2011

Superá el miedo a los exámenes

 
25.02.2011 | Estudios
No es lo mismo preparar un examen en pocos días, presentándote sin dormir, a puro café y mate, que hacerlo como una construcción del conocimiento de la materia. Algunos consejos para afrontar mejor el momento de estudio y manejar los nervios.
Deby Goldberg
Todavía no empezaron las clases y adolescentes y jóvenes universitarios ya están estresados: nerviosos, irritados, cansados, de mal humor. Es entendible: deben rendir los exámenes de las materias mientras que sus amigos salen hasta la madrugada. Y lo que es peor, el año lectivo depende de la aprobación de los exámenes. Perder el miedo, de eso se trata.
El miedo frente a los exámenes es algo muy común. Sin embargo, se debe diferenciar entre el miedo que paraliza y aquel que nos permite actuar, resolver. Muchas veces, frente a un examen nos duele el estómago, nos sentimos mal o angustiados, preocupados. Tenemos síntomas no sólo corporales sino a nivel psicológico: creemos que no vamos a poder, pensamos que nos va a ir mal y que el docente no tiene buen vínculo con nosotros.
Para que este miedo (tan presente cuando nos sentamos a rendir un examen) no nos deje sin las respuestas que seguramente ya tenemos luego de tanto estudio, una lista de consejos útiles:
* Derribá la falsa creencia que habrá un tribunal juzgándote cuando te sientes a dar el examen. Pensá que nada de eso es lo que ocurre en realidad. Simplemente estarán queriendo escucharte con atención lo que preparaste para ese día. Por ello, pensá todo el tiempo que le dedicaste al estudio, y eso te traerá tranquilidad.
* Para aprobar un examen será necesario estar al día con las lecturas, no faltar a clase ya que la explicación del profesor en general nos indica, nos guía qué toma, qué le interesa al docente que el alumno sepa.
* Tomá apuntes de clase, de las explicaciones de quien la dicta. Para el alumno universitario, se trata de un proceso de aprendizaje en relación a la preparación de exámenes. No son lo mismo las pruebas de la escuela secundaria que los exámenes universitarios.
* Se debe diferenciar entre el miedo funcional, que es positivo, del que paraliza, el cual es negativo. El miedo es positivo cuando resulta una valiosa alarma que nos pone en movimiento para responder a los requerimientos del momento.
* Sugiero realizar una preparación que se va dando en forma paulatina. No es lo mismo estudiar para un examen en pocos días, presentándose sin dormir, a puro café y mate, que hacerlo como una construcción del conocimiento de la materia.
* Es bueno para el momento del examen ir preparado psicológicamente, sentirse seguro, visualizarse, imaginarse saliendo triunfador de la situación. Si yo me presento pensando que me va a ir mal, que no voy a poder, que no sé nada, etc., será imposible salir indemne de esta situación.
* Vale decir que los pensamientos deben ser positivos, nunca negativos. ¡Positive thinking! Esa es la clave: durante la preparación de la materia y para el “momento de la verdad”, el del examen.

Más tips:
* Empezá a estudiar semanas antes.
* Hacé resúmenes propios.
* Reunite con compañeros para el repaso. ¡No te aísles!
* Utilizá en forma positiva la señal-alarma del miedo a los exámenes; aprovechalo para ponerte en movimiento para el éxito.
* Poné en funcionamiento tus recursos personales, tené en cuenta que vos tenés fortalezas: el conocimiento adquirido será una de ellas.
* Convertí debilidades en fortalezas. Por ejemplo:
(-) No voy a poder. (+) Voy a poder.
(-) Me voy a olvidar todo. (+) Voy a recurrir a la memoria fotográfica u otra.
(-) El profe tiene mala onda conmigo, me porté inadecuadamente durante el año. (+) El profe comprende y tiene buen vínculo conmigo.
(-) El profe me va a evaluar negativamente, “no me banca”. (+) Me va a corregir el examen sin pensar en su vínculo conmigo, sino por los conocimientos que adquirí.


Deby Goldberg, licenciada en psicología y psicopedagogía, directora de Espacioaieka.

Vuelta al cole: cambio de hábitos y reorganización del hogar

Educación y crianza

El comienzo de las clases implica un cambio en el ritmo de vida que se venía llevando a cabo en las vacaciones: nuevas obligaciones se originan a partir de la iniciación del año escolar. Por esto, los padres deben llevar a cabo la tarea de restablecer la organización del hogar.
Lic. Deby Goldberg
Las vacaciones terminan  y muchas cosas cambian en la rutina de los hogares del niño y el adolescente. Los cambios no son sólo de forma sino de estructura. Se prueban los uniformes para volver al colegio, pero también hay que cambiar hábitos propios del tiempo libre.
Es recomendable reorganizar los horarios y hábitos en la semana previa al comienzo de las clases. Y esto aplica para toda la población escolar: desde los más chicos hasta los más grandes.
Para los niños de jardín y primaria, la variable de cambio y ajuste no será sólo el horario, sino también la vestimenta, ya que pasarán de circular en ojotas y en malla a tener que ponerse delantal o uniforme, medias y calzado cerrado. Para los adolescentes, el cambio es abrupto: de la noche a la mañana, pasan de estar despiertos casi hasta el amanecer, a “amanecer” para ir al colegio.
La escuela exige que el estudiante preste atención durante varias horas al día, lo cual es posible si se cumplen los requisitos necesarios para lograrlo. Uno de los límites que deben establecerse es lo que tiene que ver con el descanso necesario para estar concentrados para el buen desenvolvimiento del aprendizaje durante el día.
El sueño es un proceso que debe llevarse a cabo con las etapas correspondientes. El sueño consta de cuatro o cinco ciclos a lo largo de la noche. Cada uno de ellos está conformado por etapas que, si no son cursadas debidamente, el rendimiento diurno no será el mismo. Los estímulos de la casa (TV, música, computadoras) deben ir disminuyendo de modo tal que el proceso comience a desarrollarse normalmente. El no cumplimiento de estas etapas trae aparejado consecuencias dañinas ya que, si se reduce el sueño en forma abrupta, es probable que las personas sufran irritabilidad, ineficiencia intelectual e intensa necesidad de dormir.
El sueño es un impulso biológico primario. Entre otras, las funciones del sueño son   reabastecer los procesos corporales y cerebrales. La falta de sueño puede tener un efecto bastante significativo sobre la concentración, la memoria y hasta el estado de ánimo. En general, los niños necesitan por lo menos nueve horas de sueño continuo para estar listos para el aprendizaje. Establecer un horario regular de sueño también hace que sea más fácil para los niños despertarse a tiempo para consumir un desayuno saludable, importante factor en el buen desempeño escolar.
Para ayudar en la transición, se pueden programar actividades: establecer un horario para la cena, para lavarse los dientes, bañarse o leer un cuento. No debemos olvidar que poner límites significa amarlos.

Deby Goldberg, licenciada en Psicología y Psicopedagogía.

La vuelta al cole y la adaptación a lo nuevo

16.02.2011 | Educación y crianza
El ingreso a un nuevo establecimiento escolar tiene que ver con la adaptación a los cambios. La posibilidad de que el niño o adolescente logre hacerlo con éxito depende, en gran medida, de sus padres. Ellos deben ser el puerto seguro desde el cual pueden salir a explorar la realidad.
Lic. Deby Goldberg
La vuelta al cole siempre conlleva cambios. Más aún, cuando el regreso a la rutina escolar será en una nueva institución o en el pasaje hacia una nueva etapa escolar.

Tenemos que tener en cuenta que no es sólo nuestro hijo quien crece, sino que los papás maduran al ritmo del crecimiento de sus hijos. No es lo mismo ser mamá de un niño del jardín que ser mamá de un adolescente que está por tomar el micro al viaje de egresados. La adquisición de una etapa jerárquicamente superior en el niño o adolescente también implica este proceso en sus padres. Cuando esto no se cumple, la familia no está preparada para los cambios que la vida trae y pueden llegar a aparecer diversos problemas. Un repaso por cada etapa:

* Ingreso al jardín. Los más pequeños deben dejar por algunas horas su hogar, sus juguetes y sus rutinas conocidas para enfrentar una situación en la que todo es nuevo para ellos. El papel de los papás es fundamental para lograr una buena adaptación. Se debe  tener en cuenta que cada niño tiene sus tiempos, que deben ser respetados. Por ello es recomendable llevarlo al principio sólo por pocas horas y aumentarlas a medida que se familiarice con todo lo nuevo que debe afrontar.
* Ingreso a la primaria. Esta etapa se caracteriza por la necesidad de adaptarse a una nueva vida escolar, es decir, a nuevas formas de aprendizaje que incluyen el juego en menor medida que en el jardín de infantes –que fue una preparación para esta etapa-. El niño no sólo cambia su vestimenta, sino su vínculo con la maestra y con los contenidos educativos. En muchas instituciones el pequeño jardín se transforma en una mayor estructura edilicia y hasta el patio de juegos debe ser compartido con niños mayores. Quienes ingresan a primer grado pasan por un proceso de adaptación a esta situación.
Es recomendable dialogar, dialogar y dialogar hasta el cansancio. Nárrenles sus experiencias, pónganse en sus zapatos, contándoles que alguna vez también fueron nuevos y pudieron sobrellevar la situación en forma airosa.
* Ingreso al secundario. Luego del viaje de egresados en séptimo grado (que permite sobrellevar el gran cambio que se viene) llega el inicio de clases de la secundaria. Ahora tienen que adecuarse a otro tipo de educación, caracterizada por mayor cantidad de docentes y de materias o, en la mayoría de los casos, el cambio de colegio. Todo esto, acompañado con grandes cambios en lo personal, tanto a nivel  físico como emocional, característicos de la adolescencia. En esta etapa, los adolescentes deberán dejar de ser los niños que fueron para pasar a ser paulatinamente, los adultos que serán. El hecho que los hijos crezcan no implica que abruptamente nos desentendamos de ellos. Todo lo contrario: es el momento en que los padres debemos estar más atentos que nunca. La rebeldía propia de los adolescentes puede llevarlos a tomar decisiones equivocadas que sólo con el amor y presencia de los papás pueden ser evitados.
* El cambio de escuela. Los chicos que deben cambiar de escuela por alguna razón, deben adaptarse a las características de una institución, a maestros o profesores y, sobre todo, a nuevos amigos. Pero no debe ser un motivo de preocupación: los niños tienen tanta plasticidad psíquica que, a poco de comenzar las clases, sentirán que asistieron desde siempre a ese colegio.
En definitiva, ponerse en los zapatos de los hijos permitirá a los padres acompañarlos con compresión y diálogo para sobrellevar los cambios que la vida trae.

Deby Goldberg, licenciada en Psicología y Psicopedagogía.